No es una escalada que nos guste particularmente, su aparente inestabilidad, la protección de las vías con seguros muy alejados, o lo poco que parece que sirven los friends/fisureros... hace que no terminemos de disfrutar de este paraíso de paredes y agujas, pero aún así su belleza y su rareza hacen que sea un buen destino de escalada.
La vía que elegimos como primer contacto con Riglos fue la "Oeste clásica" al Mallo Cored (Mallos pequeños). La longitud aproximada de la vía es de 150 metros y su dificultad ronda el V grado. Se accede por una senda que parte de la plaza del pueblo y que va hacia el centro de interpretación del lugar, se sigue por la pista hasta que nos situemos enfrente de Mallo Cored y la Aguja Roja, lugar en el que un mojón de piedras nos señala una senda que sube hacia estos mallos atravesando toda la vegetación.
Una vez en la base del mallo, la vía es la más evidente por su gran chimenea. Una gran escalada con corte clásico y con el típico equipamiento de Riglos, seguros bastante alejados...jejejeje!!! buen ejercicio para templar los nervios y la cabeza.
Largo I: es el largo de mayor dificultad (5c), aunque lo más compliccado se encuentra a 10 metros del suelo, un paso simplemente que se supera fácilmente subiendo pies. Llegaremos a la reunión equipada con argollas cómodamente.
Largo II: es muy corto y fácil (5a); termina donde da comienzo la chimenea. La reunión también está equipada con argollas.
Largo III: es una gran chimenea, muy estética que se supera con la técnica en X y ramonage. Está graduada como 4c. Los seguros están bastante alejados y termina en el hombroo de la pared, en una gran repisa con bonitas vistas.
Largo IV: (5a) es una fácil trepada riglera que termina en una reunión muy cómoda. De allí subiremos trepando por un terreno fácil hasta la cumbre.
Las vistas son espectaculares, todos los mallos a tu alrededor, la llanura...un bonito sitio para quedarte un buen rato y disfrutar...y planear futuras escaladas, como la aguja roja, espectacular monolito como se ve en la foto...
El descenso comienza con un rápel colocado en una sabina en el otro extremo del mallo (equipado con una sirga y anilla), y continúa con el resto de rápeles hasta el suelo.